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Feliz navidad, mamá

Pude ver acariciar el vaivén de la melancolía en sus mejillas color albaricoque. Pude respirar, ver, y creer aunque solo quisiera correr hasta que todo se arreglase. Y no, no me convenció la caída vertiginosa del tiempo contra mi polvorienta y ensordecida tristeza. No lo entendí, tampoco ahora. Aires que huelen a ti, pero que no acarician tus pies por encima del espacio tiempo del mundo. Tú atada a tu rincón de porcelana que nunca rompe, que nunca escapa, que nunca brilla por encima de tu pesimismo crónico, de tus manias y tu insensatez. Y una lágrima se rompió sentado por tierras inglesas, pensando en tu medicina perfecta para la cura de tu enfermedad, malditas noches carmesí, ninguna me dio la respuesta. Imagínate que susurra el mago del cuento, y te cuenta que puedes conseguir poderes mágicos para parar el huracán de inmadurez creado en tu subconsciente. Imagínatelo. Yo lo hago. Y aquí, a millones de miles de kilómetros pensando en como frenar

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